viernes, 17 de julio de 2009

Cuarto día…



José mira satisfecho la cuarta cruz que acaba de estampar en su calendario de pared. Entre manchas negras del espejo, ve las venas dilatadas de sus sienes, pasa el dorso de su mano ida y vuelta, por debajo del mentón; su naciente barba produce un leve sonido rasposo que lo tranquiliza. Se enjabona el rostro y descubre poco a poco sus mejillas conforme el viejo rastrillo avanza de arriba hacia abajo. La llave del lavabo gotea. Un hilo de sangre encuentra su camino y José pone un trozo pequeño de papel sanitario en la herida. Mira como sus pómulos, se han acentuado.
--Doña, búsqueme un pantalón y un saco… algo decente para ir a buscar trabajo.
El traje es oscuro y está un poco raído, “de seguro que el difuntito, estaba bien mamado”. Sabe que le quedará grande.
--Y una camisa seño. Bara porfa. Ya ve usted.
--Cincuenta pesos.
-- ¡Uuuy!, ¿no tendrá algo mas baratillo?
--Mire, es de terlenka, no la tiene que planchar, además es beige, combina con todo.
--Me llevo solo el pantalón y el saco. Es que nomás traigo cincuenta y necesito algo para el camión.
--Déme cuarenta por el traje. La camisa, llévesela, se la regalo, pa que tenga suerte. Abróchese los tres botones de arriba, se ve mejor, mas presentable.
--Gracias madrecita, que Dios se lo pague.

El traje que compró en la Lagunilla, cuelga de un clavo en la pared. En la mesa, está el periódico abierto en las ofertas de trabajo. José rasga las que eligió y se las hecha al saco. El pantalón se le pliega bajo el cinturón que ahora usa tres orificios adentro.


Cinco días atrás, sentado en el fondo, entre una botella vacía y sus bolsillos sin monedas, era como siempre el último cliente de la cantina.

--Ya vete a tu casa José, es hora de cerrar.-

Con las manos en la chaqueta esperó a que el patrón cerrara la cortina metálica y después se marcho.


José creció en el barrio, justo ahí, en San Cosme, el patrón lo conocía desde niño.
--Ven conmigo, necesitas un baño y dormir un poco, así como estas, no puedes a ningún sitio.- Le dijo cuando lo encontró por la mañana durmiendo en los jardines del templo.
José camino unos metros atrás, no quería avergonzar al patrón. Excremento y orina habían tomado su curso natural mientras dormía.


El patrón lo condujo hasta el cuarto de la azotea, a José le costo subir las escaleras.
--Esa ropa, la tiras a la basura. Ahora te traigo algo limpio. El patrón no dijo palabra cuando vio a José desnudo, a pesar de las obvias marcas de golpes y la delgadez delatada por los surcos entre costilla y costilla.
--Perdón patrón, es que ayer cuando me fui, quisieron robarme, pero cuando vieron que no traía nada, me agarraron a patadas.

--¿Y Margarita? --Me echó de la casa, dice que asusto a los niños. Usted sabe, estos últimos meses no han sido buenos para mi.
-- Puedes quedarte aquí el tiempo que necesites, mientras te recuperas mano. Hoy por ti, mañana por mí.


La mugre apelmazada brilla en las solapas del saco, con su peine de plástico y un poco de agua, se hecha los mechones prematuramente canosos hacia atrás y sacude la caspa que le ha caído en las hombreras.


Es temprano. Entre vapor ve a la tamalera rodeada de sus clientes. Mira hacia ambos lados sin saber que rumbo tomar.

“Cuarto día sobrio” y elije sonriendo al azar uno de los recortes de la bolsa de su saco.

Rodríguez Quirarte Gabriela

sábado, 9 de mayo de 2009

Zapatillas Azules y Zapatos Boleados

¡Hoy es un día especial!, el trapo que los limpió se los susurro como si fuera un secreto, Zapatillas azules y Zapatos Recién Boleados tienen una cita, saben que no se quedaran guardados mas tiempo en el closet.

Zapatillas Azules corre con pasitos apresurados porque no quieren llegar tarde.Zapatos Recien Boleados tropiezan en varias ocasiones por los nervios que tienen. Tanto tiempo…, no quieren verse ridículos, ni pasados de moda, ni anticuados; pero los cierto es que muchos años han pasado desde su último baile juntos. Al llegar a la plaza “Torbellino de notas musicales” temen no reconocerse… se confunden.

Zapatillas azules rechina sus suelas contra el piso al ver unos zapatos de charol, ¡son tan lindos!, no puede ser que Zapatos Recién Boleados haya cambiado tanto.

Las notas musicales comienzan su desfile, conocen varias armonías, todas son hermosas y muy rítmicas, zapatos recién boleados decide probar su suerte y camina con ritmo acompasado observando a todas las chicas, no importa si son sandalias, zapatillas, mira incluso a las botas, él sabe que en cuanto vea a su chica la reconocerá siempre le gusto el brillo metálico de su piel.


Se han localizado, las correas de zapatillas azules se agitan alegres, los cordones de zapatos recién boleados se levantan erguidos.
Ambos corren al encuentro del otro, Torbellino de notas, para festejar el encuentro decide dedicarles un mambo, porque el autor Pérez Prado ¡Uha! era el rey de los zapatos blancos .

Tú sabes como es zapatillas azules, un tanto engreída; y a zapatos recién boleados le encanta lucirse en el baile, a la vista de todos, en el merito centro del Torbellino de notas ellos giran y giran hasta marearse, Zapatillas Azules casi se desmaya, Zapatos Recién Boleados se siente borracho de la emoción. “Parece que fue ayer”.


Zapatillas Azules esta tan contenta que piensa no separarse nunca mas de zapatos recién boleados, pero de pronto es arrastrada en la dirección contraria.
Zapatos recién boleados le dice,- no te vayas, por favor.- y trata de retenerla con sus cordones.

En ese momento escuchan una vos a lejos, como si viniera del cielo,- Lo siento, me tengo que ir,- y Zapatillas Azules llora pero nada puede hacer, no pensó en desabrochar sus cintas a tiempo para escapar con zapatos recién boleados que triste se aleja enfundado en los pies de un hombre que camina con la cabeza baja.

sábado, 25 de abril de 2009

(Para mami en su cumpleaños)

La primera vez


- Ya vas a cumplir tus 47. ¿cuándo piensas hacerlo?.- Sus amigas se lo venían diciendo hace tiempo, hasta su madre se lo recriminó.
Llegó a su cita con diez minutos de anticipación. Estiró las arrugas de su vestido en varias ocasiones, cruzo la pierna a uno y otro lado. No es que su apariencia le importara especialmente en esos momentos, total si de lo que se trataba era de quitarse la ropa.

El sitio no era especialmente bonito, no estaba a la altura de lo que le cobrarían por el servicio, pero en fin. Ahí estaba, recién duchada y maquillada con discreción.
Mientras espera, Olga se sorprende al ver a dos mujeres salir juntas, dar las gracias y acordar un nuevo encuentro. Le parece de mal gusto.
- ¿Olga Medrano?,- la mano de un hombre le indica el camino.
- Por favor, deje aquí sus pertenencias, estarán seguras.

Olga dobla con cuidado su vestido, entre los pliegues de la falda esconde su sostén, dejarlo a la vista le parece un descaro, además, su ropa intrior, no es precisamente de esa clase de lencería llena de encajes. La bata tiene una textura dura, las mangas son tan anchas, que puede ver parte de su pecho por ellas. “!Que tan costoso pueden ser unas batas decentes!" Resuelta sale del vestidor.

-Por aquí, por favor.
-¿Conoce usted el procedimiento?, ¿lo ha hecho con anterioridad?
- Es la primera vez,- dice Olga con indiferencia.
- Bien. Vamos a tratar que no le cause dolor ni molestias. ¿de acuerdo?

Al escuchar las recomendaciones e instrucciones dichas con tanta claridad y precisión,
Olga lo mira por primera vez a los ojos, “podría estar rayando los treinta y cinco” piensa mientras él, le muestra el aparato.

- ¿Me permite?,- y sus pechos quedan al descubierto... ella se ruboriza
- Recuerde que estoy aquí para ayudarla.

El hombre coloca la palma de su mano bajo uno de sus senos, como si transportara una temblorosa gelatina de leche. “Si no hiciera tanto calor, a lo mejor y su apariencia sería mas firme”, piensa avergonzada al ver su pezón distendido.


La máquina comienza a funcionar, una plancha de acrílico transparente baja y le presiona el seno derecho hasta hacerlo parecer tortilla de harina. De pronto,
sin avisar, un joven entra ,sin hacer comentarios retira una placa fotográfica y en su lugar coloca otra, Olga alcanza a ver como la observa por rabillo del ojo, con más curiosidad que interés. “Que repertorio de tetas deben estos dos”.

Estoica, no emite sonidos, ni de dolor ni de ningún otro tipo, se limita a dejarse hacer el pecho izquierdo por aquellas gentiles manos.

Cuando el medico esta cerca, su mente la traiciona “mejor bailamos papito”...
Bueno, después de todo, ¡era su primera vez!


Rodríguez Quirarte Gabriela abril 16, 2009

sábado, 7 de marzo de 2009

MISA DE OCHO

Dolores mira con insistencia el reloj, mientras ella y su marido ven el televisor, sentados en el viejo sillón que heredó de sus padres.
Se levanta y recoge dos botellas vacías, un plato sucio con colillas de cigarro y los lleva a la cocina. Lava los trastes y pasa el trapo por la estufa .
-¡Lola!, tráeme otra cerveza. Al pasar frente al espejo del pasillo, Dolores se pasa la mano por la cabeza para asegurarse de que ningún mechón sale de su cabello recogido en una coleta.
Al entrar al cuarto le sirve la cerveza fría en el tarro cuidando no derramar la espuma. Abre la ventana y guarda en la canasta de ropa sucia los calcetines que el marido acaba de quitarse. Escucha las campanas de la iglesia.

- Voy a misa, al rato vengo.

-Mmm. ¿porqué no vas por la mañana?, ¡que afán el tuyo!

- Me gusta el servicio que dan los domingos por la noche.
- ¡Pues lárgate!, siempre haces lo que quieres ¿no? Le dice mientras se escarba entre los dedos del pie.

Sus zapatillas doradas y un lápiz labial la esperan dentro del bolso que guarda junto a la puerta de salida, en el closet de lo tiliches.
Una cuadra antes de llegar al templo, Dolores guarda las alpargatas que calza, se quita el suéter negro abotonado hasta el cuello.
Las perlas satinadas que hacen juego con sus aretes, bailan sobre su escote y como toque final, se pinta los labios del mismo color rojo de las uñas de sus pies.
Clap, clap, clap, suenan sus tacones al cruzar apresurada la gran plazoleta que alguna vez fue atrio de iglesia.
Un hombre de barba bien recortada, con camisa blanca y zapatos de charol la espera.
-¡Lola!. Ella sonríe.
Coloca su mano en su espalda y la conduce al centro del área, desde las sillas de plástico, público observa.

Tarirarira rara, tarara, a todo volúmen, las caderas se le revelan, cadenciosas marcan el compás.
Tarirarira rara, tarara, pasos complicados, muslos que se tocan, sus senos le rozan pecho; la aleja, la atrae, entre giro y giro bebe su aroma. Hay electricidad en sus pupilas.

El tiempo vuela entre melodías, Dolores escucha el llamado a misa de nueve, mira su reloj.
- Me tengo que ir. Gracias.
El hombre la mira correr. Clap, clap, clap. En el camino, ella se limpia los labios y se cambia los zapatos .
Al pasar frente al templo no se olvida
- Gracias Dios mío,- y se persigna.







Rodríguez Quirarte
marzo 2009