martes, 23 de noviembre de 2010

Se alegra el río


Se alegra el río

Martina tiene escondidos un par de ratones grises en el cuarto donde su papá guarda la leña. Los ratones son del tamaño de la palma de su mano que aún es pequeña, de niña de cinco años. El cuarto donde se guarda la leña es oscuro y solo entra luz por una pequeña ventana de madera; cuando la puerta esta cerrada con llave, Martina usa esta ventana para entrar y salir. A los ratones los alimenta con maíz y trigo que roba de la cocina

A Martina le gustan las galletas. Dorotea, su nana, guarda algunas en el delantal y se las regala a escondidas, antes de que la nueva esposa del señor se entere y se enoje. La pequeña guarda las migajas para sus ratones, juega con ellos, los deja entrar en las mangas de su suéter, subir por sus brazos y salir al por su cuello; sus bigotes y patas le hacen cosquillas.

Martina no quiere dejar a sus ratones en la bodega oscura, los guarda en una caja que pone debajo de su cama para que su nana no los vea. Martina y su nana duermen en el mismo cuarto. Su papá y la esposa tienen su habitación propia.

A media noche se escucha un grito, todos corren a ver que pasa. La esposa del papá dice que ha sentido correr algo bajo las sábanas. El padre piensa que deben ser sus pies fríos lo que asusto a su mujer. Sacuden la cama y no encuentran nada. Apenas se han quedado dormidos y otro grito los despierta. La esposa alcanza a dar un manotazo y enciende una vela.

-¡Un ratón, un ratón!- grita señalando el pequeño cuerpo gris tirado cerca de la pared.

La nana ve a Martina que mira al ratón muerto y se lleva el índice a la boca:

-Shhhh, vamos, te llevo a la cama,-y la abraza.

Martina busca debajo y la caja está vacía, mira fijamente a su nana.

-¿era tuyo el ratón?,- la niña asiente y sigue mirando a la nana

-¿tenías otro?-, Martina asiente nuevamente.

-también se escapo, ¿verdad?

Martina no habla. No es que no sepa hablar, es que no quiere hacerlo.

Esa noche no duerme bien, cualquier ruido la sobresalta, temprano por la mañana busca al otro ratoncito entre los sillones, adentro de los cajones, debajo de las cómodas, en la cocina y en el cuarto de la leña deja algo de comida por si regresa mientras su padre pone ratoneras en cada cuarto. Por la tarde entra orgulloso mostrando las trampas con sus víctimas. Cualquiera de los dos podía haber sido su ratón, Martina no es capaz de distinguirlos.

Silenciosa, Martina camina al bosque, junto al estanque se quita su sombrerito y lo deja ir por el , luego su suéter blanco, los calcetines y se alegra agua con sus pañuelos. Sus pies se hunden en el lodo, la corriente ondula su vestido , siente el agua helada en sus piernas, cierra sus ojos, los sonidos del bosque cesan, el agua se aquieta. Escucha el vuelo de un pájaro. La niña extiende sus brazos.

Graznidos cuervos la sorprenden. Martina abre los ojos. Muchos cuervos se han reunido su alrededo.











Gabriela Rodríguez Quirarte

3 comentarios:

Hans AK dijo...

Qué bonito y misterioso.
Aunque: no entiendo lo del pañuelo.
Favor de checar la fila 12, faltan palabras. Errores menores hacia el final.
Las ilustraciones van perfecto con el cuento.

Greys dijo...

LLeno de imagenes.. te deja un sabor a misterio.. aunque tampoco comprendi bien lo del pañuelo, yo creo que esta incompleta esa frace.... me queda como tristeza. Me gusta, enhorabuena.

Unknown dijo...

excelente narración...